Podría empezar este escrito con las típicas cuatro frases
para disculparme por mi ausencia durante estas largas semanas, pero
precisamente a lo largo de él os hablaré del porqué de dicha ausencia.
Creo recordar que la última vez fue a mediados de enero, y
ya ha llovido desde entonces.
¿Porqué el tour de la vida? A mis 40 años me he dado cuenta
que la vida no es más que una carrera ciclista en la que vas abriendo y
cerrando etapas. Algunas con puertos de montaña de primera categoría, otras a
contrarreloj, y otras en bajada y sin frenos.
Empecemos pues, desde el principio. La última vez que me
senté delante del ordenador, y aunque estaba trabajando gran parte del día, disponía
de más tiempo libre para ponerme a escribir, del que he dispuesto durante todas
estas semanas de ausencia.
Pero de golpe y porrazo, y casi sin avisar, la vida cambió
de golpe para mi. Por aquel entonces mi padre llevaba ya algún tiempo luchando
contra una enfermedad. Pero poco a poco y casi sin darnos cuenta las
consecuencias de dicha enfermedad se fueron haciendo más difíciles de
sobrellevar para mi madre, que era la que le cuidaba. Así que me vi obligado a
dejarlo todo. El piso de alquiler donde yo estaba, el trabajo y el pueblo donde
estaba para volver a casa y ayudar a mi madre en esa ardua tarea. La verdad fue
una etapa bastante dura. La carretera no paraba de subir y con cada amanecer se
complicaba más y más.
La verdad es que perdí la ilusión por otra cosa que no fuera
cuidar de él. Cualquier otra cosa carecía de ningún interés. No quiero entrar
en más detalles. Primero porque creo que no vienen al caso, y segundo porque no
quiero recordar sensaciones y sentimientos que todavía hoy me siguen haciendo
daño.
Desgraciadamente, mi padre, y todos nosotros con él,
perdimos esa dura batalla hace casi dos meses. Y la verdad es que durante este
tiempo, y siendo totalmente sincero conmigo mismo, podía haber encontrado un
momento en el tiempo para escribir algo, pero es algo a lo que no encontraba ningún
sentido, y creo que a día de hoy sigo sin encontrarlo. Pero precisamente por
eso me estoy ahora mismo obligando a hacerlo. Porque para ir superando etapas
hay que ir quemando kilómetros.
Pero como os decía al principio, hay etapas para todos los
gustos y no todas tienen que ser necesariamente duras y pesadas. Dicen por ahí que
Dios aprieta pero no ahoga. Y en este caso, casi se solaparon las más duras de
la carrera con otras con mejores vistas, otros paisajes que admirar y mucho más
llanas.
Durante esa dura batalla contra el reloj, apareció en mi
vida un ángel que todavía hoy ilumina mis días. Y además, casualidades de la
vida, ella también estaba inmersa en la misma batalla. Que terminó en otra
dolorosa derrota justo hace una semana.
Pero como dijo una vez el gran Freddy Mercury, “The show
must go on”. El show debe continuar. Además estoy seguro que tanto su padre
como el mío quisieran, allí donde estén, que salgamos adelante, que sigamos
mirando a la vida con una sonrisa, por mucho que cueste. Tal vez en algún lugar
se hayan dado un abrazo, y estoy seguro que con su ayuda, de ahora en adelante,
podremos escribir otra realidad.